martes, 30 de octubre de 2012

CONCIERTO PARA LA MANO IZQUIERDA


            El filósofo Wittgenstein tenía un hermano llamado Paul. Que Paul fuera manco tendría poca importancia en la historia de la humanidad si no hubiera sido pianista. Cuando Paul empezó triunfar en los escenarios europeos, una granada le destrozó un brazo mientras se arrastraba por una trinchera de la Gran Guerra. El brazo perdido fue el derecho, de manera que le quedó la mano que en todas las partituras tiene encomendada el acompañamiento. Pero entonces Paul pidió a los grandes compositores de la época que compusieran para él. Maurice Ravel escribió el Concierto de Piano para la Mano Izquierda en re mayor, Sergéi Prokófiev compuso el Concierto para Piano en si bemol mayor, y también Benjamin Britten, Paul Hindemith, Richard Strauss y otros varios compositores igualmente ilustres hicieron piezas para su única mano. Lo curioso es que, en general, al pianista manco no le gustaron las partituras, y hacia algunas de ellas, como la de Ravel, sintió profunda aversión. Este último episodio lo pone difícil a la hora de  extraer la moraleja. Porque habría sido bonito sacar la gran lección de cómo superar a fuerza de entusiasmo la mayor adversidad. Pero ese enconamiento final del pianista lo desbarata todo.

O quizá no. Porque en realidad todos somos un poco mancos, y hay demasiados días de desgana, de desánimo y de rabia, y aún así hay que tratar de sacarle fruto a la única mano. Puede que la lección del manco Wittgenstein, con su irritación, acabe resultando, tal como fue, más provechosa.  

Paul Wittgenstein (1887-1961)

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