martes, 21 de agosto de 2012

OCNÓFILOS Y FILOBATES


        Tiene que dar gracias el lector de que no cuente los sueños, que es algo tan socorrido cuando no hay vida exterior −como sucede en estos días−, y sólo cuente de cuando en cuando algo que se parece: lo que oigo/sueño en la duermevela de la madrugada por alguna de las emisoras extranjeras que uso como somnífero. Un psicoanalista húngaro –decían esta noche en una emisora alemana− ha dividido a la humanidad en ocnófilos y filobates. Parece que todos estamos irremediablemente en uno o en otro grupo, y que nadie escapa de esa radical dicotomía que a la vez nos separa y nos reúne.

           ¿Sabes tú, lector amigo, si eres ocnófilo o filobate?

      Por la mañana he comprobado que esas palabras no existen. No existen en español, quiero decir. Son dos neologismos inventados por el psicoanalista húngaro, aunque les haya dado una noble raigambre griega. No están en el diccionario, y no aparecen tampoco en los buscadores, así que en el ancho mundo de nuestro idioma no se han utilizado nunca. Y es raro, porque en internet acaba apareciendo todo, aunque sea en una remota página guatemalteca. Pruebe el lector a combinar arbitrariamente tres o cuatro sílabas, y comprobará que alguien ha inventado antes la palabra. Pues bien: nadie ha hablado, entre nosotros, de los ocnófilos y los filobates.

       Y le confieso al lector que soy ocnófilo, aunque, como sucede siempre –porque sólo se envidia lo que no se tiene−, me gustaría ser filobate.

        Lo que diferencia a unos y otros es la distancia. Al filobate le gustan las distancias y al ocnófilo no. El ocnófilo se queda, y el filobate se va. El filobate encuentra la felicidad alejándose, y lo hace tan alegremente, que es él quien tiende el puente de plata, porque sabe quedar bien con quienes abandona. El filobate tiene que andar cambiando de todo: de casa, de ciudad, de trabajo, de afectos… En el fondo, lo que les pasa a ocnófilos y filobates es que resuelven de manera distinta el conflicto entre dependencia y autonomía, esas dos fuerzas que gobiernan –tirando cada una hacia el lado opuesto− nuestra vida diaria.

         Y tú, lector amigo, ¿qué sueles hacer?, ¿irte o quedarte?

R.M.R., prototipo inigualable de filobate. Xilografía de Hanni Bay, 1908.




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