jueves, 23 de agosto de 2012

ALGO MÁS


       Sí, algo más sobre los ocnófilos y los filobates. Por si el lector se ha sentido ocnófilo o filobate, quizá le interese saber más de sí mismo:

       Los ocnófilos prefieren una tarde junto a la chimenea, viendo crepitar los leños, que hacer un largo viaje lleno de aventura.
       Prefieren las relecturas a las lecturas de libros nuevos.
       Prefieren morir en la tierra propia a morir en tierra extraña, y una vez muertos, prefieren el panteón familiar a una losa cualquiera.
       A los ocnófilos les gustan las cosas, las fechas, los recuerdos.
       No les gustan las montañas rusas, el paracaidismo, el alpinismo, las novelas policiacas, las películas de terror.
       Tampoco les gusta la inmensidad, ni el vacío, el desierto, o la alta mar.
       No les gusta la velocidad, ni las cimas, las simas o el peligro.
       El filobate quisiera conquistar el mundo, y el ocnófilo se siente conquistado por el mundo.
       El filobate confía en las fuerzas de la naturaleza y en las propias, y el ocnófilo desconfía de unas y de otras.
       El filobate prefiere improvisar y el ocnófilo planear.
       El filobate prefiere la justicia al orden, y el ocnófilo, el orden a la justicia.

       Aunque se podría pensar que el filobate siente mayor seguridad en sí mismo que el ocnófilo, es al revés, porque el felibate necesita la aventura constante para afirmarse, y el ocnófilo se siente afirmado en su rincón tranquilo.

El ocnófilo usa el mapa para imaginar viajes, y el filobate para viajar a lugares remotos.

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