lunes, 23 de julio de 2012

PATOS


       Junto a las jaulas reconvertidas en cubículos de lectura, de las que hablaba el sábado, siguen quedando algunos testimonios de lo que fue la vieja Casa de Fieras del Retiro: el foso de los monos, vacío, y un pequeño estanque con patos. Estos patos continúan viviendo en su jaula desde hace medio siglo, no porque alguien olvidara llevárselos cuando trasladaron a los demás animales, sino porque consideraron, probablemente,  que  los patos son animales demasiado comunes para un zoológico moderno.  Los patos son fauna autóctona.

       Junto a esos tristes patos aún recluidos, que son como un testimonio vivo de aquella tristísima Casa de Fieras, había la otra tarde palomas, gorriones y mirlos que disputaban la comida a los patos, y con bastante más astucia que ellos. Siempre me han llamado la atención los animales libres que visitan a los recluidos, que se aprovechan de algunas de sus ventajas –como recibir regularmente comida y agua-, y que llegan y se van con absoluta libertad. Frente a sus congéneres enjaulados, ellos conservan la dignidad de los seres libres, lo que se traduce externamente en una mayor viveza, una mayor agilidad y también una mayor alegría.

       Las palomas, a pesar de su alto rango como símbolos de la paz, son víctimas de encarnizadas persecuciones por parte de las autoridades municipales. Aquellas bandadas que revoloteaban dando sonoros aletazos en los parques y junto a los monumentos, han desaparecido. La escena de una anciana o un niño que las da de comer es ya de otros tiempos. Va siendo raro ver palomas en Madrid.  Estas dos que he tratado de dibujar estaban el otro día, erguidas y joviales, disfrutando de su libertad junto a la triste jaula de los patos tristes.

Vera efigies de las palomas que estaban el sábado en el borde del bebedero de los patos.

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