martes, 1 de mayo de 2012

LA IGLESIA DEL PUEBLO


Esta es la iglesia del pueblo. Como casi todas, está construida sobre otra anterior que el tiempo –por las inclemencias, por el fuego, por el transcurso de los siglos– había hundido. Esta iglesia la construyó a finales del siglo XIX un gran  arquitecto que había hecho obras importantes en la capital, y aquí, a tono con la aldea que la rodeaba, levantó una iglesia modesta, en el estilo neomudéjar que estaba de moda en la época. El interior es sencillo, sin apenas adornos ni imágenes. Los parroquianos eran todos campesinos, esforzados labradores de tierras casi baldías. Un poco más allá estaba el cementerio, y junto a él una ermita.

El pueblo lo incorporaron al municipio de Madrid a mediados del siglo XX y todo cambió. Aún quedan algunas casas bajas, encaladas, con patio. Sobre las tapias de los patios asoman las ramas de higueras y laureles. Son una pincelada lírica en la furiosa épica de las modernas casas vecinas. La iglesia de San Matías y el cementerio viejo, con sus tumbas renegridas y su ermita de la Soledad, están hoy rodeadas de grandes avenidas y de edificios altos.

Los feligreses de San Matías siendo campesinos, pero ya no tienen tierras que labrar. Entran lentamente en misa de ocho. Algunas parejas de ancianos, renqueantes, casi deformes, caminan cogidos de la mano. Parece como si todos ellos llevaran el viejo pueblo agrícola en las venas, como si no se hubieran desprendido de los rasgos de una larga estirpe de labradores, son, como la iglesia, como el cementerio, como las casas encaladas, como los patios, como las higueras y como los laureles, los supervivientes de un mundo que ya no existe, pero que aún no ha acabado de disolverse en la vorágine de la modernidad.

Antigua iglesia parroquial de Hortaleza, del arquitecto Enrique María de Repullés, 1879

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