jueves, 1 de marzo de 2012

CADA CUAL ESTÁ SOLO SOBRE EL CORAZÓN DE LA TIERRA


Contemplando los grandes lienzos de Palazuelo que se exponen estos días en una galería de Madrid, viene a la cabeza una idea, una idea que no tiene apenas contenido, que es casi una palabra: hermetismo. Y también viene a la cabeza otra cosa, poco emparentada con el arte: respeto. Respeto, porque llenar grandes lienzos con figuras ingrávidas y sobrias que no representan nada, que no significan nada –son lo que son, significante y significado a la vez–, sólo puede hacerse con autoridad: no hay autor más autor que el que inventa mundos, y esta pintura es un mundo. Otros pintores reproducen un mundo –el mundo–, pero Palazuelo lo crea –el suyo–.

Esta es una pintura silenciosa, pero no sólo silenciosa, sino que impone silencio. En la galería había varias personas que andaban de una sala en otra, pero nadie hablaba. El hermetismo combate la vacuidad de la palabra. “Guardando silencio, comprendes”, dicen los textos herméticos. Estábamos todos callados, pero eso no era todavía el silencio. El silencio es un mar sin orillas, y hace falta una larga navegación en el silencio para comprender.

Los poetas herméticos buscaban la pureza original de la palabra y Palazuelo busca la pureza original de la forma. Eso sólo se logra en un viaje inverso, un retorno a donde no estuvimos, un recorrido del fruto –tan exuberante– a la semilla –tan escueta–. Sospecho que ese viaje, para decirlo en términos rilkeanos, no se hace por mundo exterior, sino por el mundo interior. Palazuelo debió de ser un hombre solitario y paciente. Ante los cuadros de Palazuelo, la afirmación de Rilke de que el arte es una larga paciencia se hace cuerpo, primero, en los lienzos en blanco, en los tubos de óleo, en los pinceles, y luego, en los trazos, en las superficies, y al final en la pureza que destilan todas esas materias y formas a un tiempo: es una paciencia que entra por los ojos.

Cada cual está solo sobre el corazón de la Tierra,
traspasado por un rayo de sol;
y en seguida anochece.

Los elementos de este brevísimo poema del ermetico Quasimodo, la soledad, el corazón de la Tierra, la nitidez del rayo de sol, la noche, ¿no están también en los lienzos de Palazuelo? 


2 comentarios:

  1. Estimado amigo: seguro que a PP le hubiera gustado mucho esta mirada suya a su obra.Una vez escribió: "Entre la noche y el día el germen inicia su metamorfosis" lo cual se ve en los contrastes, las tensiones, la energía y las formas sucesivas que nacen, crecen y viven en sus cuadros.
    Un saludo, CRS

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  2. Gracias, doblemente, por el comentario: porque veo la proximidad de mi entrada y la cita, y por venir de CRS.

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