martes, 31 de enero de 2012

UNE BELLE HISTOIRE

C'est un beau roman.
C'est une belle histoire.
C'est une romance d'aujourd'hui,

y el cantante repetía luego, en un tono más alto, “d'aujourd'hui”. Alguna vez he escrito sobre ella. Coincidimos un verano al sur de Francia, haciendo un curso de literatura francesa. Las clases eran pocas, y el tiempo de paseo mucho, tanto que algunas tardes resultaba inacabable. Y hacía un calor de bochorno, casi tropical. Entrabamos en los bares para matar el tiempo, nos refrescábamos con Orangina, en su gruesa botella de cristal con forma de naranja. Y poníamos todas las veces en aquellas gramolas de los años cincuenta que aún sobrevivían, la misma canción:

C'est un beau roman.
C'est une belle histoire.
C'est une romance d'aujourd'hui,

y el cantante repetía, en un tono más alto, “d'aujourd'hui-hi-hi”. También ellos habían pasado un verano juntos, pero luego, “il rentrait chez lui, là-haut vers le brouillard, elle descendait dans le midi” (y el cantante repetía “le midi-hi-hi”), y nosotros también volvimos definitivamente al acabar aquel mes de julio, ella hacia su isla y yo a Madrid. Sí, definitivamente. No he olvidado –no he podido ni querido olvidar– su nombre ni el color oscuro de su piel, sutilmente curtida de mil brisas mediterráneas. Y no he vuelto a saber nada de ella hasta hoy mismo, varias décadas después, ha sido una única huella en ese rastro oscuro que dejan a veces los rastreadores de internet: la ha echado de su casa un juez, por desahucio, una ejecución hipotecaria…

domingo, 29 de enero de 2012

EL VELADOR...

     ¿Por qué El velador como título de este monólogo susurrado –casi– al vacío? Quizá… por tres razones. La primera, porque el velador es un mueble transitorio, informal, en el que uno pasa un rato, echa quizá un trago, descansa, y sigue luego el camino. Un velador excusa la falta de densidad y de rigor en lo que se escribe sobre él. La segunda razón se refiere al autor, obligado a velar porque el blog tenga continuidad. Esta acepción subjetiva es la segunda que expresa el diccionario: “Velador. Dicho de una persona: que, con vigilancia y solicitud, cuida de algo”. El que inicia un blog se obliga a eso, a “vigilancia y solicitud”; el resultado es otra cosa. La tercera razón se aleja del mundo virtual y pertenece al mundo de las realidades tangibles: he comprado un velador. Era una ilusión antigua. Se trata de un velador auténtico, de los de un solo pie y tablero circular. No tiene la estabilidad de la mesa, se mece ligeramente de un lado a otro, pero permite escribir durante un rato algunos textos superficiales. Tengo el propósito de fundir el mundo irreal del www con el mundo real de los cuerpos sólidos: iré al velador cada vez que escriba. Se me olvidaba decir que este velador, a diferencia de los veladores habituales que están a la intemperie o en el interior de los cafés, tiene el tablero de madera. Es una madera clara y rugosa. Algún día traeré una foto. El mármol de los veladores es frío, aunque luego, al escribir sobre él –decía González Ruano– adquiera temperatura humana. Éste, por ser de madera, la tiene ya. Espero que eso ayude.

    Vendré a sentarme al velador todos los sábados.
    –Pero, ¿y los martes?
    –Bueno, los martes… alguno, también, pero no todos. Sólo alguno. Ya veremos. A los martes no me comprometo.